La ciencia y la política, casi un matrimonio

Tucumán tiene gran parte de sus ciudades en el pedemonte, en ecosistemas andinos. Para que la conservación de esos sistemas sea una realidad, debe haber diálogo entre la ciencia y la política. Los gobernantes debemos proveer a los científicos de fondos para que hagan sus investigaciones. Y debemos acostumbrarnos a basar nuestras decisiones en los aportes de esos estudios.

A mediados de mayo de 2023 se realizó en Yerba Buena un taller con el que se pretende formar la Red de Observatorios Socioecológicos para los Andes (ROSA).

En esa ocasión y todavía como intendente de Yerba Buena, pasé a saludar a los participantes y me explicaron que la agrupación servirá para el monitoreo de los Andes. Pero, ¿por qué nos interesa esto? ¿O por qué debería interesarnos?

En primer lugar, porque uno de los organizadores del evento es el Instituto de Ecología Regional (IER), una unidad ejecutora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), que tiene su sede en Tucumán.

En segundo lugar y más importante, porque el sistema andino (del cual formamos parte) brinda soporte a millones de personas que conforman grupos sociales, culturales y económicos muy diversos. A los pies de las regiones andinas se desarrollan desde grandes ciudades e industrias hasta formas ancestrales de convivencia con la naturaleza.

En tercera y última instancia, no sabemos aún con claridad cómo el cambio climático afectará a este sistema. Es por ello que nuestros científicos desean obtener información.